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¿Cuántos mundos necesitás?
Probablemente muchos piensen que el tema de reciclar, utilizar menos plástico y pagar por las bolsas en el supermercado sea una molestia, una pérdida de practicidad.
Si creemos que los gobiernos buscan perjudicarnos monetariamente al hacernos pagar por las bolsas de nylon (plástico), es que no hemos entendido mucho… no hemos entendido nada; el objetivo no es recaudar más, sino desalentar su uso. ¿Por qué? Porque fabricarlas es costoso para el medio ambiente: un gran porcentaje se fabrica a partir de derivados del petróleo, por lo que no son biodegradables.
¿Por qué no podemos entender que la cultura del “usar y tirar” nos perjudica? Si alguien piensa lo contrario, me encantaría escuchar sus razones. Pero hasta ahora lo que sé es que a nivel mundial la temperatura media está aumentando, la diversidad de especies animales y vegetales está disminuyendo, por nombrar sólo un par de ejemplos de que tan mal estamos tratando al medio ambiente.
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¿Qué ocultan las palabras?
Hace 6 meses que estoy estudiando alemán en cursos intensivos: 3 horas diarias de clase más las horas que dedico a intentar entender lo que vimos en clase :-). A pesar de todo el tiempo que estoy dedicando a eso, todavía necesito algunos minutos para formular una frase sencilla. Pero no, ¡no se desanimen! Con este corto tiempo de estudio -porque 6 meses son nada- ya he sido capaz de ir a una bicicletería y decir que la rueda de mi bici está rota: «Das Rad ist kaputt». Toda una hazaña.
Dicen -probablemente los optimistas- que estudiar un nuevo idioma genera cambios a nivel cerebral, lo que podemos ver ejemplificado en la película “La llegada”.
Reconozco que si hay algo que estar estudiando este idioma ha hecho en mí, es hacerme preguntar cómo están formadas las palabras: ¿esta palabra es la suma de dos sustantivos? ¿esta otra es la suma de un sustantivo y un verbo?… y así. Es que toda combinación es posible gracias a la practicidad alemana de aglutinar palabras, y si no me creen, miren:
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Hoy, chocolate
Mudarse para vivir en otro país es difícil; pero ahora no me refiero a las decenas de cajas que hay que organizar a la partida y a la llegada, tampoco a elegir un nuevo hogar, ni a intentar aprender un idioma que jamás pensé que iba a estudiar. Me refiero a los afectos de los cuales nos alejamos: ya no estamos en su día a día y ellos tampoco están en el nuestro, al menos físicamente.
Las grandes amistades, gracias a las ganas y a la tecnología actual, siguen manteniendo una comunicación fluida, a veces más con el que ha migrado que con los que se quedan cerca. En el polo opuesto están las relaciones que se van apagando sin hacer demasiado ruido. En el medio están esas relaciones que queremos conservar; probablemente esto sea un proceso ameno y fácil si ambas partes tuvieran el mismo propósito. Pero cuando dos personas viven en diferentes países (y más aún cuando hay diferentes husos horarios y/o diferentes estaciones) la voluntad para lograr el objetivo tiene que ser aún mayor; o ¿vale una visita anual para mantener una amistad? Creo que no.
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Todo va a salir bien
Llamadme Eduardo. Soy esclavo de mi pasado, dueño de mis desgracias, pero también capitán de mi futuro. Me defino por antonomasia como polifacético, por eso hago todo tipo de cosas igual de mal: desde arreglar un enchufe, escribir un blog, entrenar redes neuronales, hablar con peluches o diseñar algoritmos de inversión automáticos capaces de multiplicar tus ahorros por cero. No soy optimista, más bien realista, pero sí positivista, por eso trabajo y me preocupo para que las cosas salgan bien. Y es que las cosas no salen bien por arte de magia, si no porque alguien se esfuerza en que así sea. Creo en el esfuerzo y el trabajo duro. Decídmelo a mi, que aprendí a leer y escribir al mismo tiempo que hablar. También aprendo de mis errores, por eso estoy constantemente creando errores más grandes, complejos y difíciles de resolver. Errores que a veces hacen daño a la gente que me rodea. Que a veces les hace llorar y sufrir. Por eso me siento muy orgulloso de mi novia, que a pesar de todo me quiere, me soporta, y creo que a veces hasta me entiende. También me siento muy querido por mis amigos, que son de lo mejor que uno se puede encontrar. Lástima tenerlos lejos y estar en una ciudad en la que nadie te entiende. Aunque bueno, tampoco me entendían en Madrid. En Sevilla tampoco, que yo soy sevillano pero voy de incógnito. Ahora también soy políglota, por eso hablo inglés, francés y dentro de poco alemán, y todos igual de mal. Y aunque no me entiendan, ni tampoco los entienda, siempre trato de ver el lado bueno de la gente. Pero soy también un radical. Por eso vivo con el temor constante de convertirme en todo aquello que odio. Y aunque crea que he perdido la chispa y el brillo de mis ojos, lucho por volver a recuperarlo. Y es que todo va a salir bien.
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Cuando lo barato sale caro
No soy un defensor de la moda del low cost, pero tampoco creo que haya que demonizarlas. Al fin y al cabo no me sobra precisamente la pasta, así que, ¿cómo podría estar en contra de pagar únicamente por lo que necesito? Esa es la esencia del low cost: prescindir de todo lo superfluo a fin de ofrecer un servicio aceptable y asequible.
Pero por otro lado, creo que a fin de ofrecer un precio más «económico» se está empezando a considerar como extra partes del servicio que deberían ser implícitas. En Ryanair, por ejemplo, hasta hace poco tenías que pagar un extra por pagar con tarjeta de crédito (y débito también). Pero si no pago con tarjeta de crédito, ¿cómo quieres que pague? ¿Acaso va a venir el presidente de Ryanair a mi casa a recoger el dinero? De paso lo podría invitar a tomar un vaso de leche con galletas. ¿Le envío el dinero por correo? ¿No es un poco absurdo? ¿De verdad el hecho de pagar con tarjeta de crédito es un extra que no está incluido en el servicio?
Y sí, esta entrada va de Ryanair. Y es que creo que el caso de Ryanair debería ser estudiado en las escuelas de negocio: una compañia que crece año a año, a pesar de tratar mal a sus proveedores, trabajadores y hasta a sus clientes. Parece que la misión de esta compañia es sembrar el mal y arrollar con todos los atisbos de humanidad. ¿De verdad se puede ser rentable arrasando con todo por cuánto pasas? Parece que sí. Otras compañias como El Corte Inglés son conocidas por exprimir a sus proveedores, pero al menos tratan bien a sus trabajadores y clientes. O Amazon por ejemplo, que exige mucho a sus trabajadores pero es todo bondad con sus clientes.